El ‘factor Cristiano’ en el Madrid de Benítez

El 'crack' portugués está a años luz del rendimiento de la pasada temporada, pero ejemplifica las virtudes y carencias actuales del equipo blanco

Cristiano es una sombra de sí mismo. Desde que Rafa Benítez se hizo cargo del Enterprise blanco en junio pasado, la megaestrella portuguesa parece vivir desconectado del Real Madrid. Siempre ausente, siempre peleado con el mundo. Contradictorio y desafiante: con la afición, con la prensa, con el club. Un día jura amor eterno al madridismo, y al día siguiente, se derrite coqueteando con Al-Khelaïfi, el Rey Midas del Paris Saint-Germain. Justo un año atrás, sin embargo, Cristiano reinaba en todo su esplendor. Con sus 20 goles, doblaba los tantos de Neymar (11) y Messi (10) en la Liga –como ahora, tras 12 jornadas disputadas–; y en la Champions, había marcado tres de los 11 goles al Basilea (5-1), Ludogorets (1-2) y Liverpool (0-3 y 1-0). Hoy, está a años luz de esas cifras.

Apenas lleva tres goles en los últimos ocho encuentros disputados. En la competición doméstica ha marcado ocho tantos, pero cinco en un solo partido: en la goleada al Espanyol (0-6) en Cornellà-El Prat, el pasado 12 de septiembre. Los números en Liga de Campeones son mejores: cinco goles, tres más que en la edición anterior. Al Shakthtar Donetsk le endosó tres, y al Malmoe, en Suecia, dos. Pero también con un pero. Dos de los tantos a los ucranianos en el primer encuentro de la liguilla fueron de penalti. A pesar de que no pasa por sus mejores horas futbolísticas, Cristiano Ronaldo es el único jugador de la plantilla de Benítez que ha jugado los 16 partidos oficiales que el Madrid lleva disputados hasta el momento: 12 de Liga, y cuatro, de Champions. En total, 1.440 minutos.

Quien más peligro genera

Que el nueve blanco sea un intocable para el técnico madrileño, se justifica en el análisis comparado de sus números en Champions, que vienen a ser, en líneas generales, muy parecidos a los de la Liga. Cristiano genera casi el 50% de los tiros a puerta (45,25%) y entre los tres palos (46,42%), y de sus botas salen el 71,42% de los goles. A lo que debemos sumar las asistencias: cerca del 9% son suyas; concretamente, el 8,62%. En otras palabras: la presencia de Cristiano es sinónimo de gol, o casi gol. Que no haya logrado tantos goles como en el pasado ejercicio, a pesar de todos los pesares, se debe a la falta de acierto en la finalización de las jugadas, o a grandes intervenciones de los metas rivales.

Pero el peligro latente que representa la presencia de Cristiano Ronaldo en los terrenos de juego también tiene una contraparte. El portugués se escaquea de las labores defensivas, lo que obliga a los centrocampistas, básicamente, y al media punta ofensivo, a extremar la presión sobre los rivales para lograr el primer objetivo de Rafa Benítez cuando se hizo cargo del equipo: El Equilibrio. Un dato elocuente. Luis Suárez, autor de dos de los cuatro goles del Barça en el clásico, recuperó más balones –cinco–, que toda la BBC junta, donde Cristiano no aportó ninguna recuperación –tres, Bale; y uno, Benzema–. Si amplificamos el foco de la estadística, esta circunstancia aparece clara.

Liberado de tareas defensivas

De nuevo nos centramos en los cuatro partidos de la liguilla de Champions. Balones recuperados: 2,79%. Balones perdidos: 43,83% (32 de 251). Faltas cometidas: 9,43% (cinco de 53). Porcentajes extremadamente bajos cuando se trata de encimar al rival para lograr el robo de balón. De hecho, hay quien defiende la boutade de que el Madrid sin Cristiano es mucho mejor equipo que el Madrid con Cristiano. Gracejo que también hacen extensible al galés Gareth Bale, quien, además de rehuir habitualmente el trabajo defensivo, juega por la derecha. El Expreso de Cardiff es zurdo.

Y ahí radica el factor Cristiano en el dilema de Rafa Benítez. Si no juega, malo, muy malo, porque el Madrid pierde pegada, mucha pegada. Y si juega, malo también, porque no defiende. Si añadimos la falta de intensidad defensiva en jugadores como James Rodríguez y Benzema, y la racanería de los laterales –por las razones que fuesen, técnicas o físicas–, el desastre está asegurado. Se vio ante el PSG, en el Bernabéu (1-0); ante el Sevilla, en el Sánchez Pizjuán (3-2). Y frente al FC Barcelona.