De cuando Maradona casi acaba con la sala de trofeos del Barça

El 'megacrack' argentino casi destroza un Teresa Herrera porque Núñez se negaba a entregarle el pasaporte para acudir al partido de despedida de Paul Breitner

Fue el fichaje más caro, hasta entonces, de la historia: 1.200 millones de pesetas (7,2 millones de euros), que José Luis Núñez, presidente del FC Barcelona, pagó a Argentinos Juniors y Boca Juniors por hacerse con Diego Armando Maradona. El fichaje del megacrack argentino lo cerró poco antes del Mundial de España-82. Maradona sólo jugó dos temporadas con el Barça [1982-1984]. Dos temporadas accidentadas y plagadas de incidentes deportivos y extradeportivos.

Como muestra, algunos botones. Estuvo tres meses de baja por una hepatitis con la que «enmascaró una enfermedad de transmisión sexual», según cuenta el periodista Lluís Lainz en su libro De puertas adentro. Se enfrentó a Udo Lattek por la forma de entrenar del alemán. Andoni Goikoetxea le destrozó el tobillo de la pierna izquierda en el Camp Nou (4-0). Y se marchó, a puñetazos y arruinado, tras la final de Copa del Rey de 1984 frente al Athletic Club (0-1), en el Bernabéu, que pasó a la historia por la batalla campal en la que se enzarzaron los dos equipos al final del partido. Y seguramente lo más grave: en Barcelona, Maradona también se inició en el consumo de la cocaína.

Un maoísta declarado

En 1983, Paul Breitner se retiró del fútbol. Breitner, un maoísta declarado –declinó participar en el Mundial de Videla–, había sido uno de los grandes fichajes de Santiago Bernabéu en 1974. El mediocentro alemán conquistaría con el Real Madrid dos Ligas consecutivas [1974-75 y 1975-76]. Regresó a Alemania en 1977, al Eintracht Braunschweig, y un año después, fichó por el Bayern Munich, equipo donde empezó su andadura profesional, para despedirse del fútbol a lo grande. Con tal fin, el 31 de mayo de aquel año organizó un partido en el Olímpico de Múnich entre el Bayern y una selección de los mejores deportistas del mundo (2-3). Un grupo de estrellas en el que no podían faltar Diego Armando Maradona y Bernd Schuster. Con su compatriota, Breitner había tenido una pelotera dos años antes tras un encuentro de la selección alemana contra Brasil (1-2).

Aquel día, mayo de 1981, Breitner ignoró a Schuster y no le pasó un sólo balón. El seleccionador Jupp Derwall discutió luego con la esposa de Schuster, Gaby, y el rubio de oro del FC Barcelona juró que jamás volvería con la Mannschaft. «No quiero ser el que le corte el césped a Breitner», declaró. En 1983, sin embargo, ambos ya se habían amigado, por lo que Schuster se comprometió con Breitner a asistir a su partido de despedida, fijado para el martes 31 de mayo de 1983. A cuatro días vista de la final de Copa ante el Madrid en Zaragoza. En el banquillo de Barça estaba el argentino César Luis Menotti.

Tormentosa relación con Núñez

Por aquel entonces, las relaciones entre Diego y Núñez estaban muy deterioradas. Y empeoraron después de que el presidente barcelonista, ante la perspectiva de la final ante el equipo de Di Stéfano, prohibiera al argentino, y a Schuster, asistir al homenaje a Breitner –el jugador alemán ponía un avión privado a su disposición–. «¡Si el Madrid no cede a Santillana, pues nosotros tampoco a ustedes!», gritaba histérico Núñez, cuenta El Pelusa en su libro Yo soy el Diego. Aunque lo peor estaba por venir.

Schuster preguntó a Maradona si tenía el pasaporte y este respondió que sí. El de Lanús se volvió entonces a su amigo y representante Jorge Cyterszpiller y le pidió que fuera a buscarlo. A Cyterszpiller se le transformó la cara. No lo tenía. Estaba en las oficinas del FC Barcelona. «Ahí, nomás, tuve la sospecha de que Núñez no me lo iba a hacer fácil, todo lo contrario. Me iba a romper los huevos», escribe Maradona.

La escena en las oficinas del Camp Nou

Cyterszpiller llamó a las oficinas del club para reclamar el documento y le hicieron una envolvente, típica por otro lado en el constructor vasco. Le dieron largas. Otro día, y lo mismo. ¡Nada! Visto que no había forma de recuperar el pasaporte, Maradona decidió abordar directamente a Núñez.

–Ahora no lo puede atender –le dicen.

Insistió Maradona con cara de pocos amigos y en eso aparece Nicolau Casaus, vicepresidente del FC Barcelona.

–No, Dieguito, no te lo podemos dar, el presidente no quiere.

La escena se desarrolla en la sala de trofeos del Camp Nou. Al lado de Diego Armando Maradona, se encuentra su compañero Bernd Schuster.

–Así que el presidente no quiere dar la cara, ¿no? Voy a esperar cinco minutos… Si no me dan el pasaporte, todos estos trofeos que están acá, que son divinos, que son de cristal, los voy a tirar uno a uno.

Schuster, a su vera, le alentó para que cumpliera la amenaza. «A-vi-sssa-me-qué-empezamos», dijo el alemán. Y en eso que va Maradona, agarró un trofeo Teresa Herrera –dieciséis kilos de peso y valorado en veinte millones de pesetas (120 mil euros)–, y ante la estupefacción de Nicolau Casaus, insistió:

–¿No me da el pasaporte?

–No, el presidente dice que no… –respondió Casaus.

–Está, se hace negar y no me da el pasaporte…

–No, ¡sólo dice que no puede dártelo!

Y en esas, El Pelusa levantó como pudo el Teresa Herrera y lo dejó caer al suelo.

–¡Estás loco! –le espetó Schuster.

–¡Sí, estoy loco! Y cuanto más minutos pasen, más trofeos voy a tirar…

Uli Hoeness se presenta en Barcelona

Acabaron devolviéndole el pasaporte. Pero lo cojonudo de la historia es que, al final, ni Maradona ni Schuster pudieron viajar a Múnich para participar en la despedida de Paul Breitner. Y eso que el súper héroe argentino lo intentó hasta el mismo día del encuentro. Incluso Uli Hoeness, actualmente encarcelado en Baviera por un delito de evasión fiscal y entonces apoderado del Bayern Munich, aquel 31 de mayo, se desplazó a primera hora de la mañana a Barcelona, en un último intento por convencer a los dos jugadores para que asistieran al homenaje. Sin éxito.

Maradona, despechado, declararía: «A mí no me hace cambiar ni Núñez ni todos los alcahuetes que le rodean». Schuster, por su lado, se mostró amenazante: «Si nos prohíben asistir al homenaje a Breitner y el sábado ganamos la Copa del Rey, que ningún directivo venga a felicitarme porque no le daré la mano». El vicepresidente y portavoz oficial del club azulgrana, Joan Gaspart, afirmaría tras las duras declaraciones que el estado de ánimo de la directiva era de «disgusto, indignación y reserva». Añadió que pensaban abrir un expediente a Maradona. Aunque, eso sí, sin poner mucha prisa para resolverlo. La final de Copa de Zaragoza estaba a la vuelta de la esquina.

Ganó el Barça 2-1, con goles de Víctor Muñoz (32′) y Marcos Alonso (90′); el gol del Madrid lo marcó Santillana (90′).

La versión de Schuster

En octubre de 2013, Bernd Schuster abordó este episodio en la revista Líbero, he aquí su versión: «Breitner nos invitó a su partido de retirada. Queríamos ir y una vez más el club dijo que no porque faltaban diez días [se equivoca] para la final de Copa con el Madrid. Nos arriesgábamos a una lesión y tenían razón. Pero nosotros dos, cabezones, queríamos ir porque era Paul Breitner, un tío famoso, campeón del mundo y una vez más, no los entendíamos [a los directivos]. Diego y yo, los dos juntos… imagina lo que éramos. Estábamos en la oficina, y en un momento Diego dijo: ‘Si no me dejáis, tiro los trofeos…’ Nos podríamos haber ido sin permiso pero en esa época los clubs tenían los pasaportes y no nos podíamos escapar. Pero al final no se llegaron a tirar los trofeos. Diego amenazó, pero no pasó».

El último partido de Diego Armando Maradona con el Barça fue la final de Copa del Bernabéu frente al Athletic Club, un año después. Aunque como él mismo reconoce, la verdadera razón de la huida del Camp Nou fue su ruina económica. Del 15% del traspaso al Nápoles que le correspondía (1,5 millones de dólares de la época), no vio ni un centavo. Y la casa que tenía en Pedralbes la tuvo prácticamente que malvender para pagar las deudas. Maradona abandonó Barcelona harto de José Luis Núñez, del club y del entorno. Y olvidando en algún cajón un contrato en blanco que le puso sobre la mesa Joan Gaspart para que no se fuera.